Guerra Civil Española

Se denomina Guerra Civil Española a la guerra civil que tuvo lugar en España entre el pronunciamiento del 17 y 18 de julio de 1936 y el último parte de guerra firmado por Francisco Franco el 1 de abril de 1939.
Suele dársele también el nombre de guerra de España, que comparte con otras guerras civiles del siglo XIX (las guerras carlistas).



Los bandos en contienda se denominaron a sí mismos bando nacional (el vencedor, organizado en torno a los militares sublevados) y bando republicano (el perdedor, que se fue constituyendo en torno al gobierno de la Segunda República Española, ejercido por el Frente Popular desde las elecciones de febrero de 1936); mientras que recibían de su contrario los adjetivos de fascista y rojo, respectivamente. En líneas generales, se identificaban respectivamente con la derecha política y la izquierda política, las clases altas (que en zonas de pequeña propiedad agrícola -Galicia, Castilla la Vieja, Navarra- contaban con apoyos más amplios) y el movimiento obrero (muy dividido, que protagonizó durante la guerra una frustrada Revolución española y violentos enfrentamientos internos), la iglesia católica y el anticlericalismo (con significativas excepciones, como el nacionalismo vasco), y con distintas ideas de España y opciones de organización territorial, de forma de Estado o de su misma existencia.
El contexto internacional pasaba por los momentos críticos anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Mientras que las democracias liberales (Inglaterra y Francia) procuraron el mantenimiento de una política de no intervención, cada uno de los bandos fue claramente apoyado por las potencias identificadas con el fascismo (la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini) y el comunismo (la Unión Soviética de Stalin).
El tema de la Guerra Civil es el de mayor producción literaria de toda la historiografía española, así como el más polémico y generador de debate social y político (véase memoria histórica). Ni siquiera en las fechas hay acuerdo total: los denominados revisionistas proponen la revolución de 1934 como inicio de la guerra, mientras que la propia declaración del estado de guerra fue divergente en ambos bandos: el gobierno republicano no declaró el estado de guerra hasta casi su final (para mantener el control civil de todas las instituciones), mientras que el gobierno de Franco no levantó la declaración hasta varios años después de terminada (para garantizar su control militar).


 



Las consecuencias de la Guerra civil han marcado en gran medida la historia posterior de España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas (aumento de la mortalidad y descenso de la natalidad que marcaron la pirámide de población durante generaciones) como las materiales (destrucción de las ciudades, la estructura económica, el patrimonio artístico), intelectuales (fin de la denominada Edad de Plata de las letras y ciencias españolas) y políticas (la represión en la retaguardia de ambas zonas -mantenida por los vencedores con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo- y el exilio de los perdedores), y que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada posguerra, incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de Franco hasta 1975.

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